NO QUIERO SE ELLA
Definitivamente ya no soportaba más. No aguantaba la forma cómo la trataban, cómo la miraban y en general, no admitía ser lo que la sociedad creía que era. Ella misma se sentía fuera de lugar; pero, al mismo tiempo se consideraba un ser masculino, y, desde ese momento, decidió demostrarle a todos quién era Vale.
Había nacido en un hogar muy pobre. No era muy agraciada, tenía la piel morena y los dientes superiores echados hacia adelante, su cabello era lacio, había heredado los rasgos físicos de la madre, que era de descendencia indígena. No supo quién fue el padre. Sólo se sabía de la madre y de un hermano mayor. Del padre, ni la mamá supo exactamente quién fue.
Ella con lo poco que conseguía vendiendo fritos o trabajando en casas de familia y con lo que algunas personas le daban fue criando a esos dos hijos de cualquier manera, sin ningún tipo de modales sociales ni valores, lo importante era no dejarlos morir de hambre, decía cuando le preguntaban por la forma de vida que llevaban. Nunca fueron a la escuela.
“Tita”, el hermano mayor desde pequeño salió a la calle a vivir del rebusque. Cuando le iba bien ayudaba a la mamá y a la hermana; pero cayó en las drogas, se convirtió en un ladrón y un día cualquiera amaneció muerto en las afueras del municipio. Lo mató “la mano negra”, esa fue la versión que difundieron las autoridades en la comunidad.
Hasta los cuatro años Valentina fue una niña “normal”, en cuanto a su comportamiento y relaciones con los demás niños y niñas. De ahí en adelante, los vecinos y las demás personas observaron que Valentina siempre jugaba con los niños, rehuía del juego y del trato con las niñas. En todo imitaba a los niños, vestía como ellos, se comportaba como ellos y compartía todos los roles de los varones.
Cuando los vecinos y las personas allegadas a la mamá le comentaron acerca de esos comportamientos, ella respondió: “Ella está muy pequeña, déjenla que juegue y se divierta”.
En la siguiente Navidad, la mamá se llevó una sorpresa anunciada. Cuando le mostró la ropa para que estrenara, se enojó, se enfureció, y de una vez dijo que no se la ponía, ella quería una camisa y un pantalón corto. Fue en ese instante que la mamá relacionó lo que los vecinos le habían dicho del comportamiento de Valentina: Empezó a asimilar y a entender que su hija no era como las demás niñas.
Con la muerte de Tita, la comida en la casa empezó a escasear. Lo que la madre le llevaba era poca y no la satisfacía. A sus nueve años decidió imitar a su hermano y salir a la calle a rebuscarse de cualquier manera, no tenía otra alternativa, lo que la mamá ganaba no alcanzaba para las dos; además ella se sentía como muchos niños que salían y conseguían algún dinero.
En la nueva etapa de su vida, redujo el nombre a Vale. Con ese nombre se sentía más segura. Era menos femenino que Valentina, podía ser Valentín, pensaba. Empezó a frecuentar la plaza del mercado, el parque principal y el puerto. Allí se ofrecía a prestar cualquier tipo de servicio apto para su edad: Cargar pequeños objetos, recoger y votar basuras, hacer mandados, etc. A cambio recibía lo que le quisieran dar, ya fuese en especie o en dinero.
Con esa forma de vivir y de comportarse se dio a conocer en los sitios que frecuentaba, las personas le fueron cogiendo cariño. Los dueños de negocios y de las casas notaron su comportamiento varonil y lo extrañaron en un principio, después lo admitieron. Con la aceptación de su comportamiento empezaron a solicitarla para realizar pequeñas actividades en los lugares comerciales que frecuentaba. Cuando le pagaban bien por sus servicios, colaboraba en la casa con los gastos del hogar, se compraba sus cosas personales y la ropa a su gusto.
Valentina jugaba fútbol con los muchachos en las calles, se iba a bañar con ellos al río o a las quebradas, se hacía respetar y exigía que la trataran como uno más de ellos. Al principio, los muchachos veían como raro ese estilo de vida, pero luego se fueron acostumbrando a verla y la fueron aceptando. La mamá, como veía que colaboraba con los gastos del hogar, dejó que llevara la vida que deseara, y mucho menos pensó en los roles de género.
Después de más de tres años de andar en rebusque en las calles y sólo ir a la casa a dormir, aparecen los primeros signos del desarrollo en la adolescencia. Los rasgos femeninos no sobresalieron, en cambio los masculinos fueron haciéndose visibles más cada día: La voz no cambió mucho de tono, los senos poco crecieron, igual que las caderas; pero sí se fueron fortaleciendo los músculos de los brazos y las piernas, como también se aumentaron las fuerzas, ya fuese por la segregación hormonal, por las actividades que realizaba o por ambas: Los caracteres y los rasgos masculinos se volvieron dominantes.
Pese a todas las dificultades, Vale nunca se rindió. Decidió luchar por ser reconocida como un hombre. Al principio, se vistió como uno de ellos y se cortó el cabello. Cuando algunas personas la acosaban e incluso intentaban violarla, se defendía con valentía, astucia y coraje.
En una anécdota, contó que el hijo de un rico del municipio, la invitó a tomar fresco, pero él le insistió que tomara cerveza, y para no disgustarlo aceptó una, pero él seguía insistiendo en que siguiera tomando cerveza. Ya se había tomado dos y tenía la tercera empezada, cuando de un momento a otro, apareció un amigo del hijo del rico y comentó en voz alta, como para que todos lo oyeran:” No jodaaa… creo que voy a perder la apuesta”. El amigo se echó reír. Vale, como metido y sospechando, preguntó ¿Cuál apuesta? El amigo respondió: “Él y yo apostamos que él era capaz de violarte”. En el acto Vale se llenó de ira y le pegó una trompada, agarró una botella, y si el amigo no interviene se la hubiera reventado en la cabeza.
Si algo lo ponía fuera de control era que lo miraran o trataran como una mujer, esa era la misma razón por la que surgían los problemas con los muchachos que trataba: A él le gustaban las mujeres, se sentía un hombre.
Vale pasaba diariamente por la Legumbrería y Verdurería Medellín, que era uno de los centros mayoristas que distribuían verduras en el municipio de Montelíbano y sus alrededores. El centro de verduras estaba ubicado muy cerca del antiguo mercado de la localidad. Cada vez que pasaba, Vale analizaba las faenas de cargue y descargue del centro; además, ya estaba cansado de realizar pequeñas actividades de muchacho. Consideró que era capaz de ejecutar los trabajos que allí se realizaban y decidió probar suerte.
Un día, en las horas de la mañana, mientras don Rogelio desayunaba, con el plato en la mano y mirando lo que los trabajadores realizaban, vale le propuso que le permitiera trabajar en su negocio, que él le garantizaba realizar bien su trabajo. El paisa continuó masticado su comida, y luego de pensarlo unos minutos le dijo que sí; pero sólo los días en que entraran los carros; sin embargo, _ dijo el paisa_ como en el momento hay demasiado trabajo, puedes iniciar enseguida. Más demoró él en terminar y Vale de escuchar la aceptación cuando se puso manos a la obra.
Apenas comenzó Vale a trabajar empezaron los comentarios. Algunos decían que parecía un macho. Otros que ese no era el trabajo adecuado para una mujer y otros más osados opinaron que era una machorra, en fin, los runrunes corrían de un lado a otro, pero casi ninguno lo veía como él deseaba. Vale hacía caso omiso a esos comentarios mal intencionados. Vale continuó en su trabajo, con el paso de los días, los meses y luego los años, los montelibaneses aceptaron la evidencia de los hechos: En el caso de Vale, Él era un hombre que estaba en el cuerpo de una mujer. De allí en adelante, muchos la apodaron, “La Chorro” para indicar su carácter de mujer en cuerpo de hombre.
Finalmente, después de años de demostrar sus habilidades físicas masculinas, Vale fue aceptado en el gremio de hombres. Ellos lo trataban con respeto y fue aceptado como uno de ellos. Fueron momentos emocionante y trascendente para Vale, cuando finalmente sintió que había encontrado su lugar en la sociedad de Montelíbano.
A lo largo de su corta vida, Vale enfrentó muchos obstáculos y desafíos, pero nunca se rindió. Continuó luchando por lo que quería, incluso cuando la sociedad trató de rechazarla. Con su valentía y perseverancia, Vale inspiró a muchos y demostró que el género no define a una persona, sino que es su corazón y su carácter lo que realmente importa.
Cuando ya la mayoría había admitido su condición, era mayor de edad y todo parecía normalizarse, ocurrió lo inesperado. Vale departía en una cantina con unos amigos, además, estaban tomado cervezas. Llega una patrulla de la policía haciendo una ronda rutinaria. Uno de los agentes que estaba en estado de alicoramiento se detuvo frente a Vale, y sin mediar ninguna palabra, empezó a tocarlo lujuriosamente por la espalda y en los pequeños abultamientos del pecho. En el acto Vale se levantó y le pegó un empujón y lo tiró contra el piso, al tiempo que le dijo que a él lo respetara.
Lo que nadie previó fue que mientras los compañeros lo ayudaron a levantar, el agente desenfundó su arma de dotación y sin que nadie pudiera impedirlo, disparó en el pecho contra la humanidad de Vale, el cual murió en el acto.
El agente homicida lo detuvieron sus colegas y se supo que fue traslado a la ciudad de Montería, después no se supo más de él. A Vale lo enterraron en el cementerio central al lado de el “Tita”, su hermano.
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