Importancia y trascendencia de los signos de puntuación en la escritura.

Signos de puntuación: ¿Qué son y cómo se utilizan? - Pequeocio

Introducción

¡Bienvenido! En este artículo, exploraremos la relevancia de emplear correctamente los signos de puntuación en la escritura creativa. Como escritor, es fundamental dominar el uso de estos elementos para comunicar de manera efectiva y coherente.

Signos de puntuación más comunes

Existen varios signos de puntuación que son cruciales en cualquier escrito:

El punto (.): Se utiliza para indicar el final de una oración. Es esencial para separar ideas completas y brindar claridad al lector.

La coma (,): Ayuda a separar elementos dentro de una oración, como listas, y también se usa antes de conjunciones. Por ejemplo: “Compré manzanas, peras y naranjas”.

El punto y coma (;): Se emplea para separar cláusulas independientes que están relacionadas. Por ejemplo: “Estudié toda la noche; sin embargo, no me siento preparado”.

Uso de signos de interrogación y exclamación

Los signos de interrogación (¿?): Son esenciales para formular preguntas. Ejemplo: “¿Qué hora es?”.

Los signos de exclamación (¡!): Se utilizan para expresar emociones fuertes o exclamaciones. Ejemplo: “¡Qué sorpresa!”.

Conclusión

¡Para concluir! El dominio de los signos de puntuación es una habilidad crucial para cualquier escritor. No solo mejora la claridad y comprensión de los textos, sino que también permite una comunicación más efectiva y precisa. ¡Practica y verás la diferencia en tu escritura creativa!

Para ilustración, observa y analiza el siguiente texto.

Tres bellas que bellas son; me lo piden a coro, a gritos, en susurros.
Me han puesto sobre la mesa comas, puntos, signos que ordenan y desordenan.
Me han pedido que elija, que ponga nombre con letra cerrada o abierta.
Si obedecer es razón, yo obedezco a la pausa: a la coma que admite más de un latido.

Digo que amo a Julia, Soledad e Irene — la coma las abraza a las tres.
Digo que amo a Julia. Soledad e Irene — el punto separa, deja una sola huella.
Digo: ¿Amo a Julia? — la pregunta me permite mirar atrás, dudar y volver a amar.
Digo: ¡Amo a Julia! — la admiración prende una hoguera que no admite rivales.

Una coma: reparto el sol entre tres ventanas.
Un punto: cierro la puerta y me quedo con una luz.
Un punto y coma; una tregua entre amar mucho y decidir quién queda.
Dos puntos: anuncio que explicaré: por qué en mi pecho no cabe en un nombre.

Paréntesis — (quiero confesar que en voz baja también amo el silencio) —
el guion conecta, elipsis suspende, la interrogación llama a la memoria.
Si pongo una raya —la vida se parte y recombina— y en cada fragmento digo su nombre.
Si dejo solo una coma, las tres continúan sentadas a mi mesa; si dejo un punto, solo una toma mi mano.

Así aprendí que la puntuación no es solo reglas en un papel:
es quién entra primero en la habitación, quién se queda, quién sale con un beso.
Con un signo el mismo verso cambia de traje: amante, juramento, duda o despedida.
Y yo, pobre enamorado, escribo con cuidado: una coma para pedir clemencia, un punto para asumir culpa.

Al final, vuelvo a la mesa y reparto: Julia —un verso largo—, Soledad —una pausa que pesa—, Irene —un suspiro final—.
La culpa queda entre paréntesis; el deseo, entre comillas; la verdad, sin signos, se queda frágil.
Si me obligan a decir solo uno, pongo un acento: no en la letra sino en la pausa.
Porque amar es también saber dónde poner la coma que permite a otros seguir siendo.

 


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